El caso de David
Era temprano en la mañana y me dirigía a Starbucks a encontrarme con David, un amigo de juventud que hacía muchos años que no veía. Después de un tiempo de leer mis columnas en el periódico y enterarse que había estudiado economía y finanzas, me escribió pidiendo que nos reuniéramos a tomar un café para que le diera mi opinión sobre su situación financiera actual.
Mientras esperaba, me distraje viendo la gente pasar. De repente, veo un Mercedes Benz negro del año estacionarse frente al local. Se baja este individuo con un “look” de modelo y con cara familiar. Con un bronceado tipo caribe. Este personaje, que parecía una estrella de Hollywood, tenía encima, entre gafas, traje, zapatos y el rolex, unos 3,000 dólares.
Cierra la puerta con estilo mientras se abotona la chaqueta Hugo Boss. Dando pasos agigantados movió su brazo suavemente para saludarme haciendo el signo de victoria evitando causar ni una arruga en su traje.
Entró. Hizo una pausa. Se quitó las gafas. Movió su cabeza con una mirada estilo “Tom Cruise”. Se acerca a mí. Con los dientes anunciando Colgate, me extiende la mano diciendo: “Soy David”.
Después del saludo protocolar, David me invita con un capuchino. Le pedí un americano, pero insistió en el café con espuma, canela y crema. Mientras lo ordenaba, me fui sintiendo cómodo en un lugar ideal para el intercambio de ideas.
Con capuchino en mano, fuimos entrando en los temas que nos interesaban.
Entre sorbo, palabra, sorbo, oración, sorbo, risa, fue pasando el tiempo hasta que David se sacó una de esas que casi me atraganto: “No entiendo cuál es tu insistencia en querer que la gente ahorre.”
Apenas me estaba sacando el vaso de la boca para dispararle mi defensa, él empezó. “No es necesario ahorrar como dices. El que tiene casa sabe que la propiedad se aprecia. El que tiene inversiones en la bolsa, gana con la apreciación de lo invertido. En este país nunca falta trabajo ni crédito.”
Quería meter mi cuchara, pero el subió el tono en señal de que no era mi turno. “Repites hasta el cansancio que hay que ahorrar para el retiro. Pero, ¿te olvidas del seguro social? En este país tienes todo cubierto. Con el seguro social, seguro de discapacidad y trabajo cubres el retiro. A esto le puedes sumar las ganancias que tienes de la casa, las inversiones y el trabajo y por eso no es necesario ahorrar porque siempre tendrás dinero disponible.”
Hizo silencio. Tomó el último sorbo del capuchino y se fue a comprar otro. Mientras se alejaba me quedé pasmado mirándolo porque no podía creer lo que me estaba diciendo.
¿ESTE ERA EL MISMO DAVID QUE CONOCÍ?
¿Este es el mismo David que me había escrito varios emails explicándome sobre su caótica situación financiera, me cita en Starbucks para que le ayude y sin pena me dice que no es importante ahorrar?
Lo cierto es que ni la crisis lo había cambiado. Seguía siendo el mismo cara dura, retador y vestido a la última moda. Desde pequeño, su vida económica no fue la de un pobre. Recuerdo que el padre le daba tal mesada que podía comprarle a los compañeros almuerzo todas las semanas. Lo veía en las fiestas montado en autos caros, la ropa de marca, el reloj de moda. Siempre estaba sonriendo, invitando a amigos y desconocidos a disfrutar de sus fiestas. Era el tipo que la gente quería porque siempre invitaba y compraba. Las mujeres lo amaban.
Los años no habían pasado. Seguía siendo el mismo. Le podía vender una nevera a un esquimal.
Pero, pese a la seguridad y los miles de dólares que aparentaba tener, ese mismo que se había parado a buscar un segundo capuchino y que decía que no era necesario ahorrar, estaba a punto de una debacle financiera. Su vida era un desastre. Las deudas lo estaban matando por querer tener un nivel de vida que no podía sostener. Él y Jackie, su esposa, seguían viviendo alejados de la realidad. A pesar de que tenían el problema en la cara, lo ignoraban por completo. Pero la situación era tal que si no atacaban el problema juntos y de forma inmediata, iban a una bancarrota.
Esa supuesta estrategia de que la bolsa, el trabajo y el valor de la casa seguirían subiendo eternamente, no les había funcionado. El dinero invertido había perdido gran cantidad de su valor por malas inversiones. No hubo aumento de salario en el trabajo y existía la posibilidad de despido. Sólo en la hipoteca, impuestos, seguro y mantenimiento se gastaban más de la mitad de sus ingresos. Si a esto le sumas los préstamos de dos autos recién comprados, el colegio privado de los hijos, las vacaciones a Europa, las salidas sociales y las fiestas semanales en la casa, tuvieron que hacer de las tarjetas de crédito un deporte.
Esta mentalidad temeraria de que el ahorro no es importante o que se puede dejar para el futuro, no es un monopolio de David. Es una mentalidad que gobierna las finanzas de la mayoría de nosotros.
Nadie puede negar que en los últimos cien años nuestra generación disfruta de un mejor estándar de vida que nuestros abuelos.
Pero en el caso del nivel de ahorro estamos peor que ellos.
Disfrutamos de más cosas, por ejemplo: mejores autos, computadoras más rápidas hasta celulares que toman fotografía, pero estamos peor porque tenemos más deudas, trabajamos más, no tenemos ahorro y nos falta tiempo para estar con nuestra familia. Hemos sustituido el ahorro por el crédito, compramos de forma compulsiva y garantizamos nuestros gastos desmesuradamente con ingresos a futuro que no están garantizados. ¿Con poco nivel de ahorro crees que podríamos contar con una reserva de emergencia, un retiro decoroso, tener un fondo para casos imprevistos?
El ahorro es tan importante en el ámbito individual como a nivel social. El ahorro es la sangre y proteína del sistema económico. Este permite expandir el acceso a fondos para la inversión. La inversión crea producción y la producción crea trabajo.
Si no acumulamos lo suficiente, nos hacemos más vulnerables a cubrir nuestras necesidades y no podemos afrontar la realidad tal como le sucidió a David. Piensa un momento, ¿qué harías si perdieras el trabajo? ¿Qué ingresos tendrías? ¿Vas a pensar como David, que la casa va a subir de valor para cubrir tus gastos? ¿O que las inversiones van a hacer maravillas y siempre te darán ganancias?
No sólo estamos faltos de activos para cubrir con ese imprevisto, sino que además la dependencia en el crédito hace que incrementemos desproporcionadamente los niveles de deuda. Como consecuencia traemos más riesgo a nuestras finanzas.
La falta de ahorro hace que las familias e individuos no tengan los fondos suficientes y dependan más de la ayuda gubernamental. Por eso tienes el mito que el seguro social, seguro de discapacidad y que el gobierno serán los salvadores de nuestras penas, cuando la realidad es que ellos son un complemento pero no la única fuente. Y si eres como David que le gusta vivir “la vida rica” no creo que el gobierno te pueda financiar ropa de marca, casas de miles de dólares o mandarte los hijos a escuelas privadas.
NO NOS ENSEÑAN A MANEJAR EL DINERO
Dime, ¿alguien te enseñó cómo administrar el dinero desde pequeño? ¿Tus padres eran un ejemplo de buenos administradores? ¿En la escuela te hablaron de dinero?
Que yo recuerde, mi clase de economía doméstica en la escuela secundaria nos enseñaba cómo limpiar la casa y ordenarla. No sé si ese entrenamiento me hubiera servido para leer la letra pequeña de los contratos de tarjetas de crédito, entender un préstamo hipotecario o leer los resultados de mi plan de inversiones.
Está claro que nuestro entrenamiento en temas de dinero en nuestro seno familiar y en la escuela, es muy pobre o no existe.
¿Cómo podemos entonces motivarnos a que seamos buenos administradores del dinero si desde pequeños no nos entrenan o lo hacen como en la época de los abanicos y la silla mecedora?
¿Cuáles son las consecuencias a la falta de conocimiento en temas fundamentales sobre el dinero? Estamos alimentando un caldo de cultivo para el error, el fraude y ser víctimas de inescrupulosos. La combinación de un agente profesional pobremente preparado o impulsado por la venta inmediata y la falta de nuestro conocimiento no son buenos amigos para nuestra salud financiera.
Entonces llegamos al punto en el que está David: pobres elecciones financieras llevan a consecuencias nefastas.
POBRES ELECCIONES FINANCIERAS LLEVAN A CONSECUENCIAS NEFASTAS
La primera decisión fatal es la falta de ahorro. El otro problema es pensar de forma temeraria que siempre habrá dinero disponible. Esta creencia lo llevó a pagar más del ¡50 por ciento de su ingreso en el préstamo de la casa!
Estamos de acuerdo que comprar casa es positivo. Te ayuda a acumular riqueza, a poseer activos que aumentan en valor; además te hace ser parte de un lugar y otros beneficios emocionales.
Ahora, esto no quiere decir que para tener una casa tengas que estar tomando té de tilo, el estrés en las nubes y a punto de un infarto poniendo en riesgo la economía personal.
David y Jackie fueron una de las tantas familias felices que compraron casas de un alto valor, apostando que la casa seguiría subiendo. Pero, sus finanzas decían que ellos no podían comprar esa casa de US$500,000 con el ingreso que tenían. Por supuesto con el tipo de hipoteca “Option ARM”, encontraron la oportunidad de ser dueños de ese sueño. Muchos cuartos, patio, piscina, status.
Pero lo que no le dijeron y/o no escucharon es que “Option ARM” está diseñado para minimizar el pago inicial de la hipoteca, y permitir hacer pagos mínimos por cierto tiempo. Pero a la misma vez, expone al comprador a un incremento en la deuda y en el pago mensual.
No es lo mismo llamar al diablo que verlo venir. La realidad es que años después, cuando los intereses comenzaron a subir –porque ellos suben- los contratos aplicaban la cláusula que exigía mayor pago mensual de la hipoteca. Entonces, quienes tenían un préstamo de interés variable como David empezaron a hacer acrobacias financieras usando tarjetas de crédito, sacando de su retiro, etc.
Y una caída en los precios de las propiedades, hizo que disminuyera el patrimonio y el servicio de deuda aumente como le pasó a David. Los bancos no estaban dispuestos a refinanciarle porque el precio de la casa era menor a lo que debían. El estrés aumentaba porque su hipoteca iba a subir en un 30 por ciento en los próximos meses.
Esto es el resultado de la sobre confianza de que el valor de los activos siempre aumentarán, que siempre producirá altos rendimientos y nunca perderán valor ni producirán perdidas. .
En esta situación muchas veces no hay espacio de maniobra porque se dejó que el “cáncer” hiciera metástasis haciendo difícil aislar el tumor. Así David y Jackie llegaron a una situación donde existen dos opciones: medidas extremas o bancarrota.
Los cuentos de generar ganancia en inversiones, más sueldo o apreciación de la casa para sacar préstamos llegaron a su fin. Él sabía que si quería salvar su economía personal y su familia debía que hacer cambios radicales. Cambios que obligarían a él y a su esposa a bajarse de la luna de Valencia en la que durante muchos años vivieron. Cambios donde tendrían que hacer sacrificios para cambiar un estilo de vida.
Cada vez me convenzo más que el conocimiento es clave. ¿Cómo calcular los costos de una tarjeta de crédito y comparar? ¿Cómo estimar el pago mensual de una hipoteca con interés variable? ¿Cómo sé si estoy generando suficiente dinero para el retiro? ¿Cómo financio la educación universitaria de mis hijos? y las preguntas siguen.
Prepararse, motivarse e informarse son la clave si queremos tener una seguridad financiera.[/expand]
LA SERVILLETA Y EL EDIFICIO DE LOS CUATRO PISOS
Mientras David terminaba de pagar su ¡tercer capuchino con una torta de chocolate!, tomé una servilleta, saqué mi bolígrafo y dibujé un edificio con cuatro pisos.
Apenas se sentó, le acerqué el papel. Miró el dibujo. Antes que comenzara a hablar le disparé:
“En nuestro mundo económico actual todos vivimos en un edificio gigantesco que tiene cuatro pisos. Todos queremos llegar al penthouse. Claro, es el que tiene la mejor vista panorámica de la ciudad llamada ‘independencia financiera’. Para llegar ahí tenemos que pasar antes por tres pisos. Tú y Jackie quisieron ser el hombre y la mujer biónicos brincando al último sin tener asegurado ni el primero. Trataron pero no funcionó. Puedes intentarlo de nuevo pero el riesgo como ves es mucho mayor.
La otra opción es que no pelees contra de la gravedad económica y comiences construyendo un piso a la vez. ¿Hay que ser paciente? Sí. ¿Requiere de disciplina? Sí. Pero, en este juego económico no es quién llega primero al penthouse (hay mucho espacio), sino que el que llegues tengas una buena solidez financiera que sea más difícil que te caigas.
Por eso, te sugiero que comencemos con el primer piso”.
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